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Los Experimentos de Bernardita


Ronsito en mano, sol divino. Me ajusto mis Rayban estilo aviador y me pierdo en el horizonte del Caribe. Catira divina a mano izquierda bronceándose las tetas y morena espectacular tostándose las nalgas a la derecha. Mis labios azucarados y me echo un traguito del Pampero Aniversario, aún dentro de su funda de cuero. Me ajusto en mi poltrona, y sé que la logré.

Jessica me mira de medio lado y me susurra sensualmente:

-Amor, ¿te importaría echarme cremita en los pechos? Es que me da como que flojera pararme.

Exhala un gemidito cansado y ambas ríen coquetamente.

-Prometí cumplir con mi rol de masajista, y yo soy un tipo serio.

Respondo jodiendo, entre risa y picardía.

-¿Dónde está la crema?

Pregunto, naturalmente.

-Aquí la tengo, corazón.

Me señala Ámbar del otro lado, con el pote L’oréal entre las nalgas. Mejor ni preguntar.

-Pero a cambio... necesito otra capita de crema antes que te vayas.

Se acaricia la nalga y la palpa con delicadeza. Ambas vuelven a reír.

Con el corazón galopando y con unas ganas horribles de meterme un chocolate, me separo de mi trono y escucho un violento ¡BAM! El cielo se quitó la máscara y liberó la lepra: truenos, rayos, vientos 200 km/hr, el huracán Katrina, compadre.

Cagado, me apresuro hacia Ámbar para protegerle esas nalgas de insolación anal, pero no la alcanzo... me giro instantáneamente para salvarle los cocos en brasa a la otra, pero se me escapan. Pierdo la consciencia y lentamente abro los ojos, en mi cama en La Florida, con una baja de azúcar y otra tormenta en el fondo.

¿Qué carajos?

Veo mi celular: 7:00 am, Domingo 18 de diciembre. No puedo ignorar las voces. ¿Un sueño dentro de un sueño? No lo sé, pero necesito un pedazo de torta. Cada vez son más pronunciadas. Aún drogado del cansancio, logro voltear mi cuerpo en 180º y...

Nagüeboná de cabrones.

Jeremías y Elías. Ahí. En frente mío. Hablando paja en mi sofá, en plena oscuridad y con el aire aún encendido. Como si nada.

Jeremías es un tipo alto. Muy alto. A los 13 años ya medía un metro ochenta y especialistas médicos alemanes viajaron hasta Venezuela para examinar su caso. Le recomendaron hormonas para ralentizar el crecimiento desmedido. Terminó midiendo sólo 2,01 metros, un 20% menos del pronóstico bárbaro inicial de 2,47 m. Jere también es un carajo bien de pinga, participante de grandes chongadas.

Elías es un tipo flaco, larguirucho y moreno. Siempre anda en jeans y zapatos de goma. Hasta cuándo va a la piscina los usa. Se cambia justo antes de lanzarse, y al salir, se seca antes de ponerse de nuevo los pantalones sobre los chores mojados y luego las medias sobres sus pies húmedos. Eli a veces se deja crecer un mostachito hediondo sobre el labio y frecuentemente reúsa el mismo par de medias.

Con una voz ronca e irritada les pregunto,

-¿Quién coño los dejó pasar?

Ambos estallan de la risa y Jeremías responde en tono burlón:

-Tu madre, Ca’lo. Dijo que nos sentáramos aquí mientras te ibas despertando.

-¿Ustedes no respetan? Esto es casa de familia, marico.

-No Chachi, no podemos dejarte quemar los días. Cada segundo cuenta en esta ardua preparación física. El torneito de Pelotica de Golf arranca hoy a las 10:00 a.m. en punto.

Afinca Elías, dejándome sin opción.

-Verga, pero a las 7:00 am es pushing it, y lo saben...

Se montó un arbolito de navidad con las bolas que me pararon.

-Chachi, hoy puede ser tu día. Es bueno estar activo desde temprano.

Suspiré.

-Verga que ladilla. Ok, pero denme un chance, yo no arranco de coñazo.

Aún frustrado, Elías me hizo entrar en razón. Hoy podría ser un gran día. Es el cuarto torneo oficial de Pelotica de Golf - deporte acuatico Florideño, muy divertido y mamante - y mi oportunidad de oro de colarme en el Top-10 y poder representar al Condominio. La liga del Callejón Mañongo comenzaba la próxima semana y nosotros seríamos la sede. Para poder participar, hoy tengo que quedar entre los primeros cuatro del torneo. Sin embargo, muchos del Top 10 no podrán jugar hoy por motivos personales. Además, vengo en muy buena forma, este torneo será mío y lo sé.

Para contextualizar más los hechos, les dejo el artículo oficial publicado por la Gaceta Florideña el 6 de agosto del 2007:

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6 de agosto, 2007. Valencia, Venezuela

La FAFLO (Federación de Actividades Florideñas) ha decido reconocer “Pelotica de Golf” como deporte oficial Florideño, hoy 6 de agosto del 2007, dando inicio así a su primera temporada este sábado, 11 de agosto. A continuación, se establecerán las reglas y prácticas oficiales del deporte:

Pelotica de Golf

Terreno de juego: La Piscina Grande, viendo hacia la pared de la sala de bomba, frente a la piscina.

Número de participantes: El mínimo requerido son dos jugadores. Un torneo se forma con fecha anticipada y requiere un número mínimo de cinco jugadores y un árbitro.

Reglas:

Los jugadores se organizan en fila de acorde a su ranking. El mayor calificado siempre precede a un jugador de inferior calificación.

Objetivo: Cada jugador arranca dos vidas. El primer jugador lanza una pelota de golf contra la pared. Si la pelota no entra en la piscina, pierde una vida. Si la pelota entra en el agua, el jugador siguiente debe atrapar la pelota de golf antes que toque el fondo de la piscina. Si la pelota hace contacto con la cerámica, el jugador pierde una vida. Sin embargo, si ataja la pelota de golf en el aire, antes de hacer contacto con el agua, se le suma una vida. Una vez que el jugador tenga la pelota bajo del agua, puede bucear hasta el lugar que desee lanzar, ya que una vez que sale del agua, tendrá que tomar su tiro desde ahí. En la final, se reinician las vidas y cada finalista tiene tres.

Ranking de Precalificados de acorde a amistosos:

1) Cris Manuel Zalgado (97 puntos)

2) Rodolfo Osvaldo Pérez (95 puntos)

3) Eduardo “Shafri” Ribas (93 puntos)

4) Miguel Pérez (90 puntos)

5) Aristóteles Pérez (87 puntos)

6) Fernando "Monchi" Ribas (87 puntos)

7) Alberto Gangnazzo (86 puntos)

8) Derek Daniel Farfa (85 puntos)

9) Tulio Gangnazzo (81 puntos)

10) Jeremías Pérez (79 puntos)

11) Luis Claudio Criera (78 puntos)

12) Edgardo “Happy” Brítez (77 puntos)

13) Elías Z’hirs Misterotic (77 puntos)

14) Carlos “Chachi” Burgos (77 puntos)

15) Ernesto “El Teté” López (75 puntos)

Estos puntos serán restados después de su tercera aparición en torneos oficiales. Los demás competidores serán colocados en orden aleatoria a partir del peor clasificado.

Lista de Torneos Oficales:

APF*500: Se requieren un mínimo de 5 personas para jugar con la presencia de 2 del top 10. Ganador: 30 puntos. Runner-up: 20 puntos. Tercer lugar: 10 Cuarto lugar: 3

APF* 1000: Se requieren un mínimo de 8 personas para jugar con la presencia de 5 del top 10. Ganador: 50 puntos. Runner-up: 35 puntos. Tercer lugar: 15 Cuarto lugar: 5

Grand Pool: Se requieren un mínimo de 10 personas para jugar con la presencia de 7 del top 10. Ganador: 100 puntos. Runner-up: 50 puntos. Tercer lugar: 35 Cuarto lugar: 10

*Asociación de Pelotistas Florideños

Ante cualquier duda acerca de la modalidad de juego, por favor no dude en contactarnos.

Se despide,

James Ambishark

Presidente de la Federación de Actividades Florideñas

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Ya un poco más conectado al mundo, decido que es hora de levantarme. Me paro burda de gruñón y voy directo a la cocina, rezando conseguir algún buen postrecito por ahí. Me explotan los síntomas y me tiemblan las rodillas – necesito miles de calorías en dulce y gluten. Ahora.

Si tan solo...

Tropiezo hacía la cocina en busca del milagro...

Y no, no, no.…lágrimas.

Esto no puede ser.

Ahí estaba. Brillando. Esponjosa. Un domo de perfección, llamándome a gritos. Con todas las señales de haber sido forjada en el Olimpo por los dioses de la repostería artesanal: un brownie gelato (sin el helado, desafortunadamente), cubierta por una cúpula plástica semiesférica, esperando ser levantada y devorada.

Por fin pego una, compadre.

Me acerco ansioso hacia la obra de arte, chorreando en baba, y veo que le falta un trozo... alguien se me adelantó. Consigo un cuchillo sobra la mesa y corto una cuarta parte del brownie.

Cierro los ojos, suspiro, y agradezco a Dios por esta preciosa mañana.

Abro la boca y mis dientes atraviesan la seda mientras espero la gloria. Lentamente mis muelas atrapan la tenue mezcla que sutilmente comienza a activar todas mis papilas gustativas cuando derrama una suculenta explosión líquida y cremosa en mi boca con un exquisito y divino sabor a...

Aceite quemado.

Abro la boca en asombro, asco y miedo. El áspero pasto grumoso comienza a escaparse por los laterales de mi boca, corriendo a lo largo de mis mejillas, por mi cuello y chorrea hacia el piso. Aún en pánico, aguanto la respiración, y me concentro en no tragar absolutamente nada. Llego a la papelera y agacho la cabeza, dejando la mierda caer. Libero una gran cantidad de escupitajos para purgar la cochinada asquerosa.

-Qué haces, ¿Carlos? ¿Te sientes bien, amore?

Me pregunta mi madre preocupada, entrando a la cocina.

-Si, mamma. ¿Quién cazzo hizo ese brownie?

Se las chillo, señalando el brownie, sin dejar de escupir. Ella estalla de la risa.

-Amore, pobrecita... esa fue Bernardita anoche, haciendo un piccolo sperimento di cucina. No le digas nada...

-Coño, mami. Pero eso es peligroso. Pruébala, per favore.

Mi madre me escucha y se acerca a probar el experimento de su hija. Se corta un trocito, se lo mete en la boca y enseguida agarra una servilleta para depositar el excremento masticado. Se ríe nuevamente.

-¡Oh, Dio!

Se sigue riendo mientras toma la torta para deshacerse de ella. Aún con el disgusto en la boca, sigo sin creer que fui sujeto de la primera prueba en la cocina de mi hermanita de 7 años. Después le formaré su peo, debe entender que es un riesgo de salud dejar expuestas cosas así para el consumo humano.

Mi padre entra en la cocina.

-¡Epa! ¡Buenos días! ¿Por qué estás botando eso, Martina? ¡Venía a servirme un pedazo!

- Lo hizo Bernarda anoche, y me da cosa vale, porque no le quedó muy bueno.

-Que vaina. Bueno ahí tengo croissants congelados, no te preocupes. Los traje ayer junto a los helados que compré.

HELADOS. Como un resorte salté hacia el freezer a investigar. A ver, a ver.

Sigo examinando.

¡UFF! ¡Claro que sí! Un Corneto clásico de Tío Rico. Tomo el último que queda. Le quito el envoltorio superior, la tapita de cartón - la lamo, obviamente - y la desecho. Abro la despensa a ver que le consigo a estos maricos pa’ que no las chillen.

-Grazie mamma! ¡Voy para abajo a la piscina, nos vemos luego!

Me despido de mis padres, regreso al cuarto y les lanzo a cada uno una Katy de Avellanas. Ambos atajan los envoltorios y celebran.

-¡Vamos pues!

Comandó Jere.

-Sí de pana, vámonos. Ya es hora.

Marcamos el ascensor privado. Pasa casi un minuto y nada. Arrecho, Jeremías exclama:

-¡Qué vaina es, pues!

-Parece que lo tienen sujetado en algún piso. Estamos jodidos. Es esto o escaleras, ¡papá!

Elías tenía razón. El ascensor público lleva varios días jodido. Escuchamos gritos de otros vecinos reclamando el mismo derecho. Abro las rejillas y agrego un grito:

-¡Suelten esa mierda!

Palmadas sobre las puertas de acero. Me mantengo asomado a ver si lo veo venir.

De pronto, siento una brisa, producto del movimiento y me lo confirma la luz subiendo hacia nosotros. Verga, por fin. Anuncio la noticia:

-Ya está subiendo.

-¡Coño por fin, ya era hora!

Exclama Jere, ya medio asfixiado, queriendo salir lo antes posible.

-Ni que fuese una mudanza.

Agrego desesperado, ya con ganas de lanzarme a la piscina y empezar a calentar para el torneo.

7:57 am: Por fin llega el ascensor. Nos montamos. Marcamos planta baja y yo me recuesto de una esquina, los muchachos de la otra. Veo como las puertas del ascensor se cierran desde adentro de la cabina y... no baja. Sí, sí, sí, ¡nos quedamos encerrados! Se desvanece mi pesadilla mientras las puertas vuelven a abrirse nuevamente. Detrás de ellas, Bernardita, sonriendo y preocupada.

-¿Qué pasó, Bernie?

Le pregunto, medio picado. Ya estábamos idos.

- ¡Francis me dijo que no pueden tocar el cosito ese donde se pone la llave del piso seis! ¡Me dijo que sale una llama de medio metro y apaga el ascensor! ¡Cuidado, por favor!

Los tres la vimos silenciosos e incrédulos. Al no recibir respuesta, insistió.

- En serio, ¡por favor!

Agrega ya con lágrimas formándose en los ojos, preocupadísima y con su dedo aún sobre el botón del ascensor.

-Está bien. Por cierto, Bernarda: ¿Fuiste tú la que se comió el trozo que le faltaba al brownie?

-Sí...

Me responde cabizbaja.

-Sabes que no estaba muy bueno, ¿verdad?

-Yo sé...

-¿Por qué lo dejaste ahí, entonces? Bernie, déjanos ir, por favor. Suelta el botón.

-Ay ya, Carlos. Disculpa.

Se cierran las puertas del ascensor junto a la triste voz de mi hermana. Todo en silencio, me quedo mirando fijamente el módulo circular y plateado donde engrana la llave del piso seis. Se disparan mis pensamientos.

Esa vaina no puede ser verdad. Francis ni siquiera vive en esta torre. Y que vaina tan random. ¿El piso 6? ¿Una llama? ¿Medio metro? ¿Varias horas? Nah... no hay manera. ¡No hay chance! Me acerco de un lado al botón y lo investigo más de cerca. Luce perfecto. Aquí no existe defecto alguno. Tiene mi visto bueno.

Para matar mi curiosidad y comprobar mi lógica, saco mis llaves, y a lo Picasso, hago un ligero y sutil contacto con las cerraduras y doy nacimiento a una obra de arte impresionista. El elevador se detiene de un sólo coñazo y en plena oscuridad se dispara una llama de medio metro hacia mí, que salí volando hacia mis panas. ¡Coño de la madre! ¡No puede ser!

-¡MIERDA!

Fue un grito colectivo.

Silencio. La angustia y el remordimiento se licuaban en mi panza. ¿Qué clase de chongada acabo de cometer? Me doy cuenta que aún me queda la mejor parte del helado y la ofrezco.

-¿Quieren Corneto? Queda sólo la puntica, pero sé que es lo mejor.

-Cállate la boca, mariquito de mierda, y métete la puntica por el culo. ¡¿No acabas de escuchar a tu hermana?! Rolo ‘e chinazo, por cierto.

-Verga de pana, Chachi, acabaste los trapos. Esto va pa’ largo, ponte cómodo.

-No, no.

Exclamo alarmado.

-Serán máximo unos minutos, ya van a ver.

-Puedes quedarte en tu esquina y mantenerte callado hasta que nos saquen de esta vaina, ¿por favor? Me está dando bastante calor.

Disparó Jeremías, fuera de quicio.

- Marico, de pana no creo que sea tanto.

-¿Te puedes callar la boca?

-Jerry, la idea es ser proactivo, ver qué coño hacemos. ¿Te puedes comunicar?

-No hay señal aquí, enano maldito.

-Dale a la alarma.

-Está jodida, aquí nada sirve.

-¡Dale de todos modos!

Jodida.

Comienzo a gritar entre las rendijas a ver si alguien de los apartamentos me escucha.

-¡Ayuda! ¡Estamos encerrados!

Exhalo mis pulmones a toda máquina.

-¡Que te calles coño! Por lo menos bríndanos un poco de silencio después de semejante cagada. Ojalá te pierdas el torneo, por imbécil.

Agrega Elías, arrecho y sabiendo la gran importancia que tiene este día para mí. Picado, le respondo:

-¿Pero cómo coño pretendes salir de aquí? ¿Por obra y gracia del espíritu santo?

-Ey, ey, vamos a calmarnos muchachos.

-Deja de moderar Jeremías, este mariquito nos metió aquí y ahora anda llorando.

- ¡Coño! ¡Que saldremos de aquí!

-¡Mi cabeza! ¡Cállense todos!

Convertimos la caja oscura en un gallinero. Gritos iban y venían. De pronto, parece sonar una voz desde arriba, ignoradas por todos excepto por mí. Elevo el tono,

-¡Shhh! ¡Esuchen!

Silencio breve.

-¡Suelten esa vaina, cuerda ‘e carajitos inmaduros! ¡Sólo tenemos este ascensor disponible, dejen la malcriadez y respeten el derecho de sus vecinos!

Que hijos de puta. Mis pulmones explotabrían con furia a través de las rendijas del ascensor privado de la Torre Sur, ala A.

-¡ESTAMOS ENCERRADOS, NO ESTAMOS AQUÍ POR GUSTO! ¡DEJE LA FALTA DE RESPETO Y AYÚDENOS POR FAVOR!

Hubo un largo silencio por varios minutos – fue como si le cayeron a plomo a cada una de las gallinas. Finalmente la voz de la experiencia Florideña iluminó nuevamente nuestra esperanza: Santa Francis.

-¡Muchachos ya vamos a sacarlos de ahí!

-¡Grande, Francis!

Le grité de vuelta. Luego busqué animar a mis panas:

-¡Vamos! ¡Se los dije! Ahora sólo serán cuestión de minutos, ya van a ver.

-¡Cállate!

Gritó Jere, entre llorando y arrecho.

-¿Qué hice para merecerme esto?

-¡Que exagerado!

La voz de Francis terminaría de romper el hielo.

-¡Muchachos, quedaron justo entre dos pisos, debemos jalar la guaya desde arriba! ¡Será un ratico, pero relájense!

-Coño Chachi, la semana pasada el pañal ahora esto... que cabrón de pana.

-Nojodás, ¿tú vas a seguir con lo del pañal? Sabes que no fue culpa mía.

Jeremías estalla de la risa.

-¿Cómo qué no? Eres un jalabola y los sabes.

-¿Cómo que un jalabola? ¡Yo te lo advertí!

-A Pu, será. No a mí.

-¡Pero tú estabas ahí! ¿Eres sordo acaso?

-No, no. Nada de eso. Me lo podías haber advertido. Te las tengo contaditas, Chachi. Estás pasado. Ojalá de pana no nos saquen al tiempo del torneo.

Las energías de Elías fabricaron la voz de Pu desde arriba.

-Muchachos, ¿cuánto tiempo van a estar ahí? ¡El torneo lo adelantaron para ya!

A través de la rendijo de las puertes le grité con rabia a Miguel,

-¿¡Cómo coño se suponen que sepamos!? ¡No empiecen sin nosotros!

Se escuchan las risas a lo lejos y no hay respuesta.

Cada uno de nosotros se recuesta a una esquina y el silencio se apoderaba del espacio hermético. Cada suspiro era el filo de un cuchillo que iba y venía. En las que nos metí. Nueva noticia de Francis:

-¡Muchachos! ¡No conseguimos la llave del cuarto de máquinas! ¡Aguanten que ya venimos por ustedes!

Silencio nuevamente, hasta que Elías lo rompió.

-Me están dando ganas de mear. Si esto va pa’ largo, pienso orinarte en la boca, Chachi. Pa’ que lo sepas de una.

-Suerte, si te atreves, te quedarás sin penco.

-¡Ah vaina! ¡Naguebona de chinazo! ¡Otro más!

Jere explota nuevamente de la risa. La tensión estiró una liga imaginaria al punto de romperse y caer al vacío. De la nada, la gravedad comenzó a succionarnos violentamente al estilo The Tower of Terror enMGM Studios. Caía el ascensor, rebotando en cada piso, gracias a la activación de los frenos de emergencia. Nos maté, nos maté. Era el único pensamiento que recurría por mi cabeza. Hasta que fuimos absorbidos por resorte principal, anunciando que habíamos llegado a la Planta Baja sanos y salvos. Temblando, me paré de mi esquina y comencé a entrarle a palmadas a la puerta del ascensor desde adentro.

–¡Sáquennos de aquí, ahora! ¡Por favor!

Un fuerte sacudón me hace tropezar nuevamente hacia mi esquina y todos sentimos como el elevador comienza a hacer un ligero y manual asenso en busca de equilibrarnos con el nivel principal y abrir la puerta.

-¡Ya vamos Ca’lito, la llave la tiene el señor Richard y aún no ha llegado!

Me empezó a dar la vaina. El encierro, el calor repentino, la falta de aire, una bomba claustrofóbica que me cacheteaba de diestra a siniestra, acelerándome el estómago.

-Muchachos, me está dando la vaina.

Les anuncié, con tono de preocupación. A mi frase le acompañó un grujido de mi estómago.

-Coño, pensé que la vaina sólo te podía dar debajo del sol, mosca con un peo es lo que es. Ahí si te mato.

Mi estómago se volvió tigre mientras procesaba el aceite podrido que se coló del postre de Bernie. Le grujía de vuelta a mis panas.

-Coño, Eli. Disculpa. Es que no me estoy sintiendo...

Me agarro el estómago y siento una fuerza centrífuga buscando escapar las paredes de mi cuerpo. Intento succionar aire por el culo y aprieto las nalgas para no dejarlo escapar y parece que lo estoy controlando. Hasta que el soplete rompe la muralla y emite un tiroteo supersónico.

¡El coño de tu madre, carajito de mierda!

Gritó el gigante mientras se colocaba la franela sobre la nariz, creando así su propio casco espacial aislando su sentido del olfato. Elías lo imitó y agregó:

-Chachi, ¡estás pasado! Espero que no huela, porque si no ve abriendo la boca, porque vas a tragar orine.

-Muchachos disculpen. De pana me explotó algo raro...

-¡Ya veo!

-Jeremías, traté de contenerlo. Pero todos sabemos que los que suenan no huelen.

Silencio. Sentí un olor putrefacto, y se me escapó una mueca.

Respiro profundo.

-¡Mierda! ¡Auxilio!

Ambos comenzaron a reventar las puertas del ascensor.

-¡Me ahogo!

Gritó el otro.

-Shh, ¡baja la voz!

Traté de controlarlos, pero las palmadas sobre el acero no paraban. Teníamos armada una digna San Pablera: La resurrección de las gallinas.

Desde arriba, se escuchó nuevamente la voz de Miguel:

-¡Muchachos! ¿Cómo van ahí? ¿Cuánto le falta a eso? Ya el torneo está a punto de iniciar.

Frustrado le grito de vuelta,

-¡Francis dijo que ya Richard trae la llave, por favor espérennos!

No hubo respuesta.

-¡¿Pu?!

Nada.

Solo el silencio.

-Marico, Carlitos. Que pesadilla de pana. Qué carajo tan atorado, chongo y fastidioso.

-Disculpen muchachos. Créanme que quiero salir de aquí tanto como ustedes.

Me sacudo la camisa, ya empapado en sudor.

-Que asco, de pana eres la persona más desagradable con la cual alguien pudiera quedarse atascado en algún lugar.

-¿¡Que quieres que haga!?

-Carlitos, trata de no respirar muchote papá, y quédate tranquilo. No queremos salpique de sudor ni de otro peíto. Gracias, la gerencia.

Un muy largo silencio nos confinó a cada uno en nuestros pensamientos, hasta que la voz de la luz rompió el hielo.

-¡Listo muchachos, aquí la tengo!

Era Francis. Y se escuchaban las colisiones metálicas mientras ensayaba abrir la puerta hasta que un rayo de vida iluminó la escena. Nuevamente logré ver a mis amigos, agotados y desesperados.

-¡Que sudadíparo tan desagradable!

Exclamó Jeremías al ver mi apariencia y ¡ZAM! se terminó de abrir la puerta del ascensor, justo encima de nosotros. Unos vecinos nos extendieron las manos para halarnos desde arriba, ya que no pudieron nivelarlo con la planta baja y quedamos medio nivel de por bajo.

Una vez afuera los tres, abracé a Francis, mojándola un poco sin querer, y corrí hacia la piscina.

Todos los participantes ya estaban fuera de la piscina, acostados sobre la planchita, tomando sol para secarse. Tradición después del fin de cada torneo oficial.

Alterado les grité,

¿¡Y el torneo!? ¿Qué pasó muchachos?

Miguel se cagó de la risa.

-No vale marico, ya el torneo se jugó. Perdieron por forfait, la Federación ya lo hizo público.

Perdieron por forfait.

Esas palabras retumban en mi cabeza hasta el día de hoy.

Coño, Bernardita, tenías razón.

FIN

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