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Foto del escritorCarlos Burgues

La grande de Woofer.


Viernes 13, 8:30 de la noche: Las bolas al cuello, pero listo para la operación Smirnoff.


Perfume, llaves, billetera... ¿celular? ¿Dónde coño lo dejé? Chequeo debajo de la almohada, sacudo las sabanas, miro debajo de la cama, del sofá... nada... entre los cojines, tampoco.


De pronto escucho vibraciones a lo más alto de mi escritorio. 


¿Qué coño?


Equis, no pierdo tiempo, me pongo en puntillas y agarro el BlackBerry Curve plateado, todavía retumbando en mi mano. 


-PING

-PING


8:31 pm: Leo los mensajes de mi panita, Humberto Mazziotti, ya vía a la Florida para buscarme.


-Burgos, recuerda que no puede existir rastro de la botella. Lánzate uno de tus clásicos malabares. Confío en ti, viejo. 


-PING

-PING

-PING


8:32 pm: Gotita de sudor en la frente y empiezo a embalsamar a la víctima de triple destilado en mi suéter Aeropostale vino tinto. 


-Tranquilo, patrón. El paquete está listo. Avísame pa’ bajar.


Íbamos a casa de Karol. Típica reunión de promo, dónde compadre, cada gota de caña cuenta. A esa edad ya varios lo hacían, pero esa sería mi primera vez: “el primer traslado” – y que linda la fecha en la que cayó.


Me ato los zapatos cuando me vibra la nalga derecha. Que ladilla.  Me levanto de medio lado, algo frustrado, y veo los nuevos mensajes.


-PING

-Callejón, Burgos. 

-Ve Bajando.

-PING


-Bajando.


-Plomo, Houdini. Calma y cordura. 🔮


- Tranquilo. Conocerás al Ilusionista. 🧙


Le respondo como un agrandado. Es que de pana no hay chance, es un viajecito chilling esquinado en una camioneta. 


Mente positiva, viejo.


Una chequea’ita rápida en el espejo antes de salir y bello. Cierro la puerta de mi cuarto, me despido de mis padres con una aureola sobre la cabeza, el suéter hecho bollo bajo mi hombro izquierdo y con el pecho bien erguido. Me subo en el ascensor y empiezo la travesía. 


Camino hacia el portón de mi residencia, le lanzo la respectiva seña al vigilio:


-Qué dice, Jony, ¿cómo está la vaina, patrón?


-¿Todo fino Ca’lito, ¿tú qué, viejo?


- Todo en orden, ¡nos vemos más tarde, papá!


-Váyalo, disfrute.


Me dirijo a la Gran Vitara que ya esperaba por mí. Me monto, muy cuidadoso con la merca, cierro la puerta.


-Hola Carlos, buenas noches.


-Hola señor Álvaro, ¿cómo le va?


Le extendí la mano al padre de Humberto.


-Tu qué más Mazzi, ¿todo bien?


Le doy unas palmaditas en el hombro a mi pana.


-Todo fino Burgos, ¿estás listo?


-¡Claro!


-¡Bien! Mira, pero pequeño cambio de planes. 


-¿Cómo así? 


Le pregunto a Humber, algo concernido.


-Te recuerdas de Marlena Rosales, ¿no?


-Sí vale, claro. ¿También va dónde Karol?


-No, no. Hoy cumple años y me acaba de escribir que tiene una reu ahí mismo en su casa... es literal tipo a cuadra y media de casa de Karol. ¿Quiéres asomarte un chin y luego caminamos? Ella sabe que andas conmigo.


El traslado se complicó. ¿Pero qué tanto? Marlena es bien depinga, así que, ¿why not? 


-¡Activo, bro! 


-Ya se dijo, entonces.


Me responde mi pana mientras la Vitara metía tercera en el callejón. 


-Entonces los dejo en casa de Marlena o de Karol?


Le pregunta el señor Álvaro a su hijo.


-Dónde Marlena, sólo nos vamos a asomar un rato.


-Dale perfecto. Salúdenme a Luis de mi parte, por favor. Espero que ya su condición haya mejorado.


-Seguro, yo le digo. ¿Cómo así, cuál condición, Pa?


- Su problema temperamental. Pierino me contó el otro día que la última vez que Marlenita hizo una reunión, uno de los chamos llevó un par de cervezas y cuando Luis las vio...


- ¿Qué pasó?


Preguntó Humberto, mientras yo me aferraba a mi comando queriendo silenciarlo todo. 


- No conozco el lujo de detalle, hijo, pero enloqueció. Parece que comenzó a reventar todo contra el piso: platos, vasos, cerámicas... amenazas hacia el chamo, que salió corriendo y no volvió más. Pero bueno, gracias a Dios, sé que con ustedes nunca tendría que preocuparme por ese tipo de cosas.


Latido pronunciado.


Latido pronunciado. 


-Wow, que fuerte.


Le responde medio ahogado, Humberto al padre.


¿Ahora qué?¿Dejar la botella en casa de Karol y regresarnos donde Marlena?Qué peo viejo, pero mejor jugar seguro.


No termino de arreglar mi tren de pensamientos y la Vitara ya se estacionó frente a casa de Marlena. 


-Bueno muchachos, hemos llegado.


Mierda.


Me bajo del lado de copiloto al mismo tiempo que Humber. Rápidamente le digo:


-¿Qué coño hacemos, marico? Dejamos la vaina dónde Karol y volvemos, ¿no?


-Imposible viejo, no es opción.


-¿Cómo así bro?


-Mi padre tiene que vernos entrar. Sabes cómo está la situación. Adentro resolvemos. Vamos.


Otro latido pronunciado. Adentro suena a holocausto.


-Dale pues. Te sigo. 


En cuestión de segundos el portón termina de cerrarse detrás nuestro y estábamos adentro


Esperamos en silencio unos segundos a que arrancara el señor Álvaro y nos acercamos a la vigilancia para que nos abrieran la puerta nuevamente para caminar a casa de Karol y dejar la botella.


Tocamos la puerta y esperamos. 


Nada.


La volvimos a tocar, un poco más fuerte.


Tampoco. 


Para calmarme, Humbertico me dijo:


-Creo que nos abrieron desde la casa, marico.


La puta madre.


-Tranquilo Burgos.


-Yo estoy tranquilo, compadre.


Le decía limpiándome la frente, ya humedecida. 


-Hay que meter esta vaina en algún lado.


-Y rápido.


Le agrego.


- Pero ¿en dónde?


-No sé... ¿debajo de alguna matera, alguna esquina?


Ambos echamos un ojo a los alrededores de casa de Marlena.


Rápidamente hallamos una palmita asomada dentro de su respectiva maceta. Para cotillón, tenía ramitas que cubrían el tope del recipiente. 


-Aquí pasa coladísima, Burgos. ¡Mira, mira!


Me dijo casi susurrando.


-Sí vale, aquí fue.


Desembalsamo el muerto y lo escondo bajo la palma sagrada.


Mientras más boleta, más caleta - dicen. Pero de pana estamos bello camello. Chance alguno que la descubra y en el peor de los casos, nos hacemos los güevones y listo. 


Escuché la puerta abrirse. Casi me pillan con las manos en la masa. 


Fingí amarrarme las agujetas. Me levanto naturalmente y entro a saludar.


Soy lo más educado posible, sonrisa de oreja a oreja, veo a todos directo a los ojos – es una familia que no conozco y las primeras apariencias son esenciales para pasar colado. 


Mientras Humberto iniciaba toda la cortesía, un cuadrúpedo rompió el hielo. 


Un Beagle redondo de unos 25 kilogramos, se dirige hacia a mí, corriendo a “toda velocidad” con motores en cada uno de sus muslos quince quilates. 


-¡Cierren la puerta!


Humberto cerró la puerta rápidamente y yo sigo impactado por lo presenciado. 


Que animal tan perfecto: manso, pesado, refinado, con un temple de locos. Woofer, tú y yo seremos grandes amigos


-Tst, tst.


Le chasqueo al perro para que se acerque.


-¿Cómo se llama?


-Pregunto.


-¡Woofer! Tiene 14 añitos, pero lleno de vida.


Nagüebona. 


-¡Ya veo! Todo un galán y muy activo por la edad. 


-¡Sí vale! ¡Ese es más sin vergüenza! Siempre trata de escaparse, pero ya no le dan las piernas, jeje.


-Un placer, señor. Me llamo Carlos.


- Encantado, Carlos. Luis Rosales, bienvenido a mi casa, hijo.


Subí al 100% el brillo en mi sonrisa.


-Es un gusto, señor.


Mazzi y yo hacemos un gesto para saludar a lo lejos a los demás adultos. 


Todos nos saludan de vuelta – vamos, misión completa


Naturalmente, me agacho un chin para estrechar mis relaciones con el sabio ser canino. Entablo una rápida conexión y hasta me pica el ojo. Orgulloso, me pongo de pie nuevamente.


Mi amigo me lanza una seña desesperada y comprendo que es momento de avanzar hacia la sala. 


-Marico, pa’ la próxima monta una carpa de consulta ahí con Gluber.


Me cago de la risa.


-¡Es “Woofer”, güevon! Míralo, es un semental.


Mazzi medio me ignora y termina de avanzar para saludar a su gente. Comienza a apretar manos como un demente. A diestra y siniestra, como pez en el agua. 


Mega entendible pues, se conocen por el tenis. 


Yo cordialmente me presento e inspecciono el cuarto a ver si rescataba algún rostro conocido. 


Sin mucha suerte, al menos logro ubicar a Marlena. Me le acerco y Mazzi me sigue más atrás.


-¡Feliz cumple, Marle!


-¡Gracias Carlos! ¿Cómo has estado?


-Bien, bien, vale. ¿Y tú?


-Todo bien, gracias. Bienvenido, agarra lo que quieras.


Luz verde para el open bar. 


-Gracias, vale. Espero que la pases chévere y gracias por la invitación.


-El gusto es mío, ¡hay que cuadrar algo un día de estos!


-¡Claro que sí, vale! ¡Me animo seguro! 


-Jaja, chévere. 


Prosigue a saludar a Mazzi y yo me acerco a la barra – puro refresco y Doritos. Me sirvo alguito y volteo a ver si Mazzi seguía en escena. Había vuelto junto a Marlena con su gente del tenis.


Busco ayuda en el resto de la multitud y un rayo de luz le alumbra el rostro a Ana. 


-¡Hello, mi amor!


-¡Épale, Chachi!


-¿Cómo andas? Que bien que andas aquí, no conozco a casi nadie.


Ana se ríe por naturaleza.


-¿Y qué haces aquí pues, con quién viniste?


-Con Humberto Mazzotti. Anda por allá. Ahora en un rato vamos pa’ donde Karol.


-Ah ya, ya, perfect. ¿Tú qué más, cómo va todo? ¿Qué andan haciendo los de La Flo?


-¡Todo al pelo! Los muchachos se quedaron por allá esta noche, pero andan cuadrando para ir a subir un cerro con unos pozos bien tranquilos y celestiales en la Cumaca la semana que viene. Romer está organizando la vaina y La Negra ya confirmó que iba. ¿Quieres activarte? 


-¡Ah bueno, sería fino, avísenme! Igual Romer vive al lado mío y me podría buscar. Que raro que La Negra confirmó, ¡pero dale, me anoto!


Justo entonces veo un gran movimiento de personas. Como un 80% de la gente se dirige hacia la puerta.¿Los alcohólicos escapando a rumbear en Mao?


Marlena acompaña a todo el grupo fuera de se despide de las 20 personas, una por una.


Fuck.


En un abrir y cerrar de ojos quedamos Ana, Mazzi, un panita del tenis y yo. 


-Marlena, ya mi papá está afuera.


Dice el panita del tenis.



-Dale tranquilo Nico, ¡ya te acompaño!


-No vale, ¡Marle! No hay necesidad. Ábreme desde acá.


-Anda Nico que te sigo, sabes cómo son mis padres de estrictos. Saldremos más rápido de esto si me dejas acompañarte.


Mátenme de una vez.


El pana del tenis parece respirar profundo y comienza a caminar hacia la puerta, Marlena detrás de él. Mazziotti me ve, pelándome los ojos. 


Estamos sumergidos en plena mierda. 


-Ana.


Susurro.


-¡Ana!


Un poco más fuerte.


Se acerca a mí, confundida.


-¿Qué pasa?


-Tenemos un problema. Necesitamos tu ayuda.


-¿Cómo así?


-Trajimos una botella de vodka.


-¡¿Qué?!


-¡Shhh! ¡Baja la voz!


-¿Sabes lo que dicen del papá de Marlena? 


-No sigas clavando la daga, porfa. Me enteré en el carro viniendo para acá que el señor Luis no es simpatizante del licor.


-¿Dónde la tienes?


- La escondimos súper discretamente en una matera afuera, pero mira la vaina...


Le señalo al tenista Nico, siendo escoltado hasta el portón.


Ana estalló a reír.


-Coño, así no me ayudas.


-Disculpa Cha, ¡es que no aguanto!


Aún riendo, agrega:


-¡Es que te pasan unas vainas! Déjame ver si puedo distraer a Marle. 


-Confío, Ana.


Boom, suena su celular.


-Hola madre.


-Dale, voy saliendo.


Me mira con una cara larga de preocupación.


- Cha, ya me vinieron a buscar. Trata de aprovechar ahora.


Suspiro profundo. En la que nos metimos, Mazzi. 


-No te preocupes Ana, pendiente para lo de la Cumaca. 


Le hago señas con el cuello y cabeza a Humberto para que se pegue con nosotros.


-¿Ya todos se van?


Pregunta Marlena al vernos caminar hacia la puerta. 


-No, no. Sólo Ana, pero la estábamos acompañando. Ya casi vienen por nosotros.


-Ah ok, bueno espérenme aquí adentro mientras acompaño a Ana.


¿Esta vaina es Alcatraz acaso?


-Dale Marle, aquí te esperamos.


Ya sólo Mazzi y yo, doy la botella por perdida. Sañalo a Su Eminencia que estaba acostado sobre un puf marrón, resplandeciente del conocimiento. 


-¿Qué hacemos Burgos?


-Compadre, nada. Estamos jodidos. Yo digo dejarla ahí.


-No, no, ¿¡qué vaina es esa!? Esa vaina sale con nosotros.


- Viejo, ¡ésta complicado!


-Ya va, baja la voz. Yo podría distraerla y tú...


Se abrió la puerta y Marlena estaba de vuelta.


-Bueno chicos, ¡somos sólo nosotros tres! ¿Ya vienen por ustedes?


Jeje.


-¡Claro! 


Anuncio con un entusiasmo enmascarado.


-Mi papá ya debe estar por llegar.


Agrega Mazzi.


-¡Buenísimo, podré saludarlo que tengo tiempo sin verlo!


¿No tienen un revolver por ahí? 


-Sí bueno, estoy esperando que me confirme si de verdad viene, porque nos acaban de decir que hay una reu en casa de Karol aquí al lado. Estamos decidiendo si vamos. 


Grande viejo.


-Ah, ¡genial! Pero piensan ir... ¿¡a pie!?


Son DOS cuadras. 


-Sí vale, ¡es aquí al lado!


Interrumpo, acercándome a Woofer, ya resignado. Me ageacho y le doy unas palmaditas. 


-No deberían, pero bueno, no le diré nada a mis padres. Pero que por favor no vuelva a pasar. 


Oxígeno. Gracias, Marlena. 


-Tienes razón. Disculpa. ¿Qué hacemos entonces, Mazzi? ¿Le damos?


Lanzo la pregunta en el aire, dejando claramente el vodka fuera de la ecuación. 


-Será.


Me respondió mi amigo cabizbajo. 


-¿Los acompaño a la puerta?


Pregunta Marlena, retóricamente. No desaprovecho la oportunidad para disparar el último gramo de esperanza.


-No vale Marle, ¡tranqui! Igual la salida es ahí mismo, jeje.


-No, no. No puedo permitir eso. Vamos, los acompaño.


¿¡PARA QUÉ PREGUNTAS ENTONCES!?


-No vale, ya hiciste demasiado por nosotros Marle...


Marlena abre la puerta y el Ilustre gordo activa su sexto sentido, ojos poseídos, y arranca 100 metros planos hacia su libertad.


-¡Woofer!


Grita nuestra amiga, casi cayéndose, detrás de el.


El Beagle rompe cadenas y se aventura hacia la intemperie de la residencia.


Dios sabrá cuando fue la última vez que vio luz. Lástima que ya era de noche.


Mazziotti y yo intercambiamos miradas y delineamos el plan.


-Corre Marle, ¡no dejes que se escape!


Le gritó Mazzi, corriendo tras ella.


-¡Corre, corre!


Grito yo más atrás, yendo directo a lo mío. 


Sin moros en la costa gracias al héroe, me acerqué a la palma sigilosamente, agarré la botella por el cuello y me la puse debajo del suéter que traía puesto.


Woofer, nunca te olvidaré.


-¡Woofer! ¡Woofer!


De pana te pusiste la banda de capitán, Woof.


-¡Woofer! ¡Woofer!


Música para mis oídos. Disfruta la libertad, Woof.


El tiempo abunda, tengo la calma necesaria para hacer las cosas bien.


La botella junto a mis costillas me hace ver deforme y se siente burda de incómodo. Aparte, si la botella entró momificada, la botella sale momificada.


Decido bajarme el cierre y lentamente quitarme el suéter para lograr agarrar la botella para luego embal...


Aire.


Vuelo.


Cámara lenta.


Marico.


No.


Por favor.


Logro darle una palmada en el aire.


Otra.


Sigue cogiendo vuelo.


Una palmada más y pesco. 


Palmada a medias.


La ten...


Fallo.


Botella en el aire girando como trompo.


Y yo pálido. Muy pálido.


Sin duda una de las mayores chongadas de mi vida. Por algo dicen que el que chongo nace, chongo muere y luego se reproduce – ya que el dicho es chongo en sí: es complicado de reproducirse después de haber fallecido. Todo siempre con tosquedad. 


Estoy seguro que el estallido de la botella retumbó en casa de Karol.


Se prendió ese ventilador y empezó a chispear mierda pa’ todos los lados, compadre.


Mis ojos quedan fijados al concreto, en el vidrió y el licor. Un gran vacío me succiona. Escucho a lo lejos un grito novelesco.


-¡Chac! ¡Chac!


Escucho las cargas de una escopeta.  


Segundos después llegan Humberto y Marlena a la escena, ésta última con un gran esfuerzo físico para mantener a Woofer en sus brazos.


Levanto la mirada y leo el poema en la cara de mi amigo. Decepción, incredulidad, lágrimas.


¿Qué pasó?


Se me fragmenta mi orientación del tiempo y de los hechos.


-Marlena, lo lamento tanto.


Son las únicas palabras que logro formular.


Ella sigue boquiabierta y se escucha movimiento dentro de la casa.


El próximo par de minutos son un agujero negro en mi memoria. Gritos, amenazas, y en un abrir y cerrar de ojos, me encontraba en la batea de los Rosales, con Mazzi y el señor Luis. 


Calculo unos minutos para que encendieran la cámara de gas. 


-Muy muy decepcionado, Humberto Mazziotti.


Interrumpo:


-Señor, con todo el debido respeto, Humberto no tenía idea de esto. Fue toda culpa mía.


Me sentencio a la tumba, pero mejor uno que dos. Esta gente no me conocía.


-Mira carajito, no quiero verte más nunca en mi casa. Tan educado y refinado y mira la porquería que eres. No quiero que te le acerques a mi hija. Jamás. 


Simplemente asenté.


-Limpien toda mierda y se me largan de mi casa en el instante que terminen. ¡Aquí tienen!


Nos lanza un tobo con Ajax y cloro, junto a una escoba y una pala.


Nos tomó un poco menos de 5 minutos limpiar mi tragedia y sepultar a la Diosa del triple destilado en el basurero municipal de Valencia. Quiero llorar.


Obviamente el señor Rosales estuvo viéndonos, ahí a quemarropa.


-Jamás me esperaba esta junta de ti, Humberto Mazziotti. Tendré que hablar con el señor Álvaro.


Las balas no paraban.




Terminamos de limpiar el patio, entregamos los elementos de limpieza y nos dirigimos al portón con las manos vacías.


Apenas salimos de la prisión, no resistimos más que y echamos una carcajada.


¿¡Qué coño pasó Burgos!?


Me exige Mazzi, entre riendo y llorando.


Aún con la cabeza abajo, le respondo muy blandamente:


-No lo sé. Fue todo tan rápido...


Tocamos el timbre en casa de Karol y nos abrió Alberto Susso.


-¡Eje! ¡Llegó la caña muchachos! 


Grita hacia adentro de la casa. Luego se dirige a nosotros y nos dice:


-¡Es que al chongo de Guillén se le cayó la única botella que teníamos! Menos mal que ustedes vienen cargados, ¿dónde la tienen?


-Coño, Albertico...


Le respondo con abatimiento.


-Te tengo una mala noticia: Ni el mismo Woofer pudo salvar la noche.




                                                                        FIN

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